miércoles, 5 de diciembre de 2007

De nàufragos y naufragios

Por Maribel Rodríguez:

Algunas veces la vida te enfrenta a uno de esos cambios radicales que pasan siempre por el desamparo del naufragio. Y es que desde tiempos inmemoriales el naufragio representa ese peculiar deber humano de enfrentar, cada uno en la solitaria embarcación de su vida, las tormentas y tempestades de su espíritu.

Por paradójico que parezca, quien enfrenta una aventura así, ya no va a la deriva. Por el contrario: Su vida adquiere rumbo y los vientos más violentos, ni lo arrastran ni lo agitan.

Un náufrago pasa por el mayor acontecimiento de la conciencia: Dejar de ser un ser humano más, para ser únicamente sí mismo

Naufragar es, en el rico lenguaje de los mitos, requisito para SER plenamente.

Al regresar del mar, el náufrago declara: SOY. No necesita más títulos. Quien se ha enfrentado a sus tormentas sabe quien es y lo que vale, sin recurrir a las estridentes muletas (currículum, posesiones, oficinas, títulos, etc.) que el ego ha creado para darse aires de grandeza.

Según Nietzche: “Sólo quien no ha tenido naufragios, ni horas silenciosas para enfrentarse a sí mismo, puede darse el lujo de la estridencia o el monólogo”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Maribel, o mejor aún: Merlina como te puso el brujo, un brujo que, por cierto, yo conocí en los Tuxtlas, un hombre extraño, casi-casi invisible: “Leo –me dijo- pero también la veo –volvió a decir… Tal como tu gota de tinta, aquella, la que golpea sobre la superficie blanca del papel. Merlina-Mujer- Esencia”. Es decir, y esto lo escribo yo: esencia Maribel, lo tuyo, lo tuyo es Ser Esencia. O Ser y Esencia. O Ser de Esencia. O qué sé yo.