viernes, 26 de octubre de 2007

Segunda novenaria: Encuentros y desencuentros

Por Rafael Malpica

— Despertamos al monstruo. ¡Puta madre! Sí. Silvestre no pudo ser más certero a la hora de describir los encantos de ésta que parece ser la madre de todos los encuentros. Muchos se preguntarán: — ¿Qué pinche necesidad o necedad, éstas, de despertar a los muertos? Nada. Los muertos siguen allí. Nosotros vamos p’adelante.

El día 13 llegó por fin. Uno a uno y en parejas, o multitud como nosotros, llegamos al Infonavit de las Torres Platino bajo el tiro del famosísimo edificio El Pantalón, allá al suroeste de ese otro monstruo que es la Ciudad de México. Con fotos, recuerdos y muchas dudas respondimos los novenarios a la invitación y hospitalidad de una mujer inevitable: Maribel, María Bell como la califica el buen Chatán.

En medio de un acahual de edificios que descuellan en la selva de asfalto de la Chilangolandia capital, llegamos 17 novenarios más puestos que dispuestos a pasarla bien. A reconocernos. A recordar. A comer, beber y cantar. ¿Qué más? Creo que todos nos reconocimos en el otr@. Y allí estuvimos sacándonos (unos y unas) las memorias y los trapitos al sol ¡Qué chingados! Nada mejor que esta terapia gratuita para concluir lo inconcluso. Para seguir adelante. Para cerrar los ciclos pendientes. ¿Y por qué no? A lo mejor ésa es la única razón clara de estas dos reuniones en apariencia sin sentido, en apariencia sin futuro, en apariencia sin razón. Números impares 15 y 13. Septiembre y octubre. ¿Qué sigue?

El saloncito bien. La música intensa. La comida buena, aunque para mí fue más espectacular la anterior… salvo la mejor opinión de otros. Jesús cumplidor nuevamente y a nadie extraña. La organización… organizada, y la bebida para todos los gustos.

Sonrisas, abrazos, besos, miradas, destinos, apertura, recuerdos, inquietud, problemas. Todo y nada. Alejandra, mis hijos, y yo llegamos algo tarde a la cita. Y es que aún ahora me parece un verdadero desmadre llegar a lo que fue el punto de encuentro. Pero allí estaban: Las Tres Emes anfitrionas: Maribel, Mariana y la Mamá-abuela-Paquita. Hablar de usted, señora Maribel, sería redundancia. Lo que pienso de ti ya lo intuyes y te lo platicaré a los ojos cuando llegue el tiempo. ¡Me encantas! Eres todo lo que muchas mujeres han pensado ser o hacer, y que casi siempre se queda en intento. Ya te dije que eres genuina pero irreverente. No sé qué piensan los y las demás: Yo te prefiero así que no verte más. Maribel: Eres luz. Vibras con una intensidad que se desborda. Eres peligrosamente impulsiva. Eres temeraria y estás siempre al borde de los límites. ¡Sí coño… y qué! Yo te prefiero así a que regreses al olvido… mí olvido.

Y volaron las fotos. Y volaron los recuerdos. La tensión subió de tono sin querer. ¡Ni la comida y menos la bebida amortiguó el momentáneo desconcierto! Cada un@ con su historia. Y cito a Salvador Rivera, mi hermano, otro irreverente de la cámara digital que recorrió los cuerpos de todos (y más de todas) con su lente. Mostacho firme y negro, mirada traviesa, palabra fácil, infalible morral (¡Que tantas historias guarda ese pedazo de cuero oscuro y salitroso que cuelga de tu hombro como una especie de quinto miembro, Chatán?). Tez curtida por el sol de los surestes y pergamino en el que están escritos muchos alcoholes ingeridos que para fortuna de ti y nosotros son ya historia. Va por ti pues: “¡Nooooooo! Les dije a todos, aunque, debo reconocer, más en particular le dije a Rafa: No manito, ni le Re-muevas. Los recuerdos son cosas del universo que duermen en las pozas del abajo. Ahí viven… densos. Descansan impenetrables. Duermen. ¡Claro! También desde allí suben, aunque lo hacen muy de vez en vez y en la modalidad más suave del perfume, del vapor, la niebla, de las emanaciones, o del vértigo... Pero si por alguna razón se les agita hasta pueden llegar a explosionar ¡Plaf! Como un montón de cohetes chinos que estallan en la noche... como vitral de luz. De ser así, mi buen amigo Rafa: Pues entonces... entonces ¡Que Dios nos agarre confesados!”. Y así fue.

Las pozas del abajo se volcaron en un torrente que nos envolvió a todos. Del recuerdo agradable a la victoria del presente. De los amoríos que ya se fueron a la buenaventura del porvenir. Corazones destrozados que lo fueron en un tiempo pero que a hoy se han reestructurado desde dentro. ¿Agitación, perfume, vapores, niebla, emanaciones… vértigo? ¡Sí! ¿Y qué? La vida es una ¡Coño! ¡Y hay que vivirla a plenitud! ¡Que se sacudan los instintos que p’a eso somos lo que somos! Ya luego regresaremos a nuestras moradas de siempre. A nuestro diálogo interno. A nuestra quietud.

En tales condiciones me parece que nada queda por parir a no ser un futuro promisorio, pero… esa es otra historia. En fin: Una vez más salieron las fotos, esos pedacitos de tiempo en el que nos mantenemos atrapados. Pero ahora se nos aparecieron como un especie de exorcismo de lo que fue y ya no más. ¡Quedémonos tranquilos novenari@s! Lo que viene es mejor y lo que fue, duerme otra vez. Todos los episodios del ayer (y del antier ¡Claro!) siguen allí en el “baulito (chatanesco) de los recuerdos” y allí seguirán. En los armarios y anaqueles de cada uno de nosotros. En nuestros álbumes destartalados o en bolsitas de un plástico que ya cumplió la mayoría de edad hace años atrás.

Y me apoyo en la prosa de Claudia: “La memoria es como el ocaso y el amanecer, donde se acaba una historia y comienza otra… y ésta se terminara… ( ) Son momentos de vida. Aquellos que nos dejan una impronta perenne al día de hoy, por haber ocurrido felices unos, y otros por resultar terribles, dejando un parteaguas en nuestro ser… Somos lo que hemos querido y así es. Es así que estamos: En encuentro y desencuentro. En encuentro siento a algunos que han expandido su color… en intensidad. Otros muchos (han) pasado por senderos borrascosos. Por supuesto todos (hemos) transitado en momentos plenos. He disfrutado y me queda para rato”.

Pienso como tú querida Claudia y te copio: “Somos lo que hemos querido ser”. Y completo: — Y de nada debemos arrepentirnos. ¡No sé qué otros misterios habrán de descifrarse a partir de ahora! Y es curioso porque estamos aún en un proceso de autoconstrucción, y lo más maravilloso de todo es que estas novenarias de los novenarios (¡Vaya que también tú atinaste al nominarnos querido Félix!) han permitido la génesis de otros momentos, otros espacios y otros encuentros que habían esperado aletargados todo este tiempo para emerger. Y en eso estamos todos. ¿Alguien puede decirme que no?

L@s evoco una vez más y sin un orden definido:
Claudia: Bajo tu armadura de investigadora de la biología se encuentra una mujer amante de la vida y los misterios. Eres excitantemente directa. Contigo la i latina lleva punto arriba siempre. Llegaste vestida de rojo como para amedrentar. Puro lenguaje corporal. Ojeras que son tu acento porque no acabas de mirar. Botas negras bien plantadas. Linda ¡Vamos!
Isabel: Isabel… Isabel… Isabel… Tu mirada se inunda de serenidad. Eres una historia inconclusa. Tu sonrisa apenas se dibuja en un rostro que se ha endurecido en tránsito por la vida. Ríe más Isabel. Guarda en tu memoria el ayer. El hoy está con nosotros. Te he dejado algunos apuntes de episodios del pasado. Bien. Pero lo que viene está delante. No renuncies a la exploración. Lo único cierto es que estamos aquí. Gracias por compartir tu esencia. No fue tan grave la novenaria… ¿O sí?

Carlos: Más allá de las historias está el recuerdo. Ése, amigo, nadie te lo quita ni lo pueden extirpar. Es una parte indisoluble de nosotros. El recuerdo es. También es verdad que las relaciones humanas, y más la de pareja, son un destino peligroso donde solamente uno sabe por dónde caminar. No te aflijas Carlos. Y no permitas que los tuyos dejen de mirar al Norte, que es decir para adelante. Tu esposa es una mujer inteligente que por algo está contigo. No niegues tu pasado (que es lo único que tenemos puesto y que nos queda). El futuro, constrúyelo junto a ella... O quien sea. Nos debemos una buena plática por cierto.

Jesús: Tu estatura es directamente proporcional a tu compañerismo… a tu amistad. Desde arriba nos abarcas a todos. Tampoco te aflijas. Lo que si nos queda es brindarnos un fin de semana en familia para preparar la tercera novenaria… pero ésta en terreno neutral para evitar que entremos en un trance innecesario.

Comadre Josefina: Hasta el último momento pensé que no llegabas. En una ciudad híper conservadora como Puebla, eres navegante de una izquierda moderada (¡Eso espero pinche!). Me encantó verte bien plantada, total. Los hoyuelos de tu mejilla más marcados que nunca y con un dominio pleno de tu espacio. ¿Quién te imaginaría cantando a pleno pulmón las de la Trova! Una monja cantarina. Una madre superiora. Sí. Te quiero mucho. Siempre es importante tenerte próxima. Llevo años platicándote algunas de mis cosas. No todas ¡Claro! Y he encontrado en tus diálogos respuestas, aunque hay secretos que se deben quedar donde están. Dale un beso a José Diego, nuestro ahijado, y por cierto: Dile a mi compadre Arturo, al médico de los órganos de los vientos, que nos deben una visita en casa.

Alejandro y Carolina: Gracias por aceptar este encuentro. Ya desde la época de la UAMX su prudencia y discreción eran evidentes. Entiendo que el impacto de esta primera vez hizo su tarea, pero en la siguiente reunión no pueden quedarse en el extremo de la mesa. ¿Quedamos?
Aída: Ya te dije antes que es una sorpresa agradable reconocerte. Tu vigor, tu sonrisa, tu presencia y tus palabras reflejan seguridad. Vivencias que le han dado solidez a lo que eres ahora. Me parece que rompiste con el pasado y hoy irrumpes con una enorme determinación. Te auto construiste y estás linda. Pero que no cesen tus diálogos con el ahora. ¿Va?

Juan Silvestre: El buen Sílver. Tu canto, tu guitarra y tus gestos son uno mismo. Tienes esa rara virtud de caerle bien a todos… a veces (recuerda Coxcatlán. Recuerda Tuxtepec.). No importa qué hagas. Eres dinamita y me quedo con tu aserto: “Hemos despertado al monstruo”. Tienes razón Silvestre, lo hemos despertado y por eso lo debemos dominar y orientar para que no nos devore. No podemos quedarnos sólo en recuerdo y lo sabes. Algo hay que hacer: Libros quizá. Negocios también. Al tiempo.

Luís: La mayor sorpresa de la noche me la diste tú. ¡Mira que guardar un par de cartas mías de hace miles de años es un lujo! Gracias por el testimonio. Y ya modernízate: Espero que leas este texto en el blog, aunque es urgente que abras una cuenta de correo electrónico para dialogar con todos.

Alejandra: Mi amor. Mi ser, junto con mis hijos. Mi esposa. Mi amiga. Sabes exactamente cómo soy. No hay sorpresas. Soy así, porque así me hizo Diosito. ¡Eh! Estoy encantado de caminar juntos por la vida. Mi mayor tesoro: Nuestros hijos. Tú: Mi guerrera. Eres madre y luz. Paciencia y virtud. Entendimiento. Estás allí y en todos lados. Gracias.

Salvador: Hijo de la magia y el misterio. Eres un icono de los tiempos idos. Eres una mezcla de modernidad y tradición de los sesenta y tantos. Eres el siglo pasado (en sus cuatro últimas décadas y en el romanticismo) y una nueva centuria. Eres mi hermano en las palabras y en los afectos. ¡También eres un cabrón bien hecho! Eres esa confrontación de cabellera ensortijada y colita de caballo que investiga al Sur de México y al sur de tod@s. ¡Cuántas imágenes oculta la memoria de tu digitalia! Comparte con nosotros (Bueno, si quieres nada más conmigo) esos cuadros que asaltan los sentidos y que registraste para la posteridad. ¿Qué explicaciones darás a los que pregunten: Quiénes son?

Carmen: Discreta. Compañera. Internamente intensa. Tus ojos son una línea risueña que te marcan indeleblemente. Tus relatos son relatos del pasado. Tiene su virtud mantener un matrimonio en tiempos como los actuales. ¡Felicidades!

Mario: La nostalgia, como a ti, nos invade a todos. En tus mensajes rememoras Coxcatlán. ¡Cuántas historias guarda ese sitio de magia y de poder, donde nuestros ancestros domesticaron al maíz hace ya más de 7,500 años. Por esa tierra caminamos muchos. Y las pitahayas y cardones nos protegieron de la lluvia. ¡Sí! Una lluvia que mojó la nopalera y que bajó de pronto entre pendientes convergentes, allá arriba en el Cerro de la Deshonra. Ya que te acuerdas de Coxcatlán, de los apancles, de la tierra semidesértica, de la vegetación y la fauna, te propongo convencer a Pepe Gallo y encontrar a Manuel para regresar allá. Esa tierra que recuerdo agreste, es uno de mis grandes pendientes en la vida. Vamos a organizar una expedición a Coxcatlán y a Venta Salada. Seguro se nos sumarán otros. Te toca Mario. ¿Vale?

Emma: Posees una mixtura apenas necesaria para explicarte. Eres una especie de niña-mujer. Haz rebasado la frontera de tus miedos y hoy posees una magia contagiosa que emergió ¡Sabrá Dios de donde! Tu predisposición ahora a pasarla bien y a no complicarte la existencia me gusta. ¿Tomamos un café de Coatepec? Dale un beso a tu Tania (bueno, ya es nuestra Tania también). Esperamos conocer pronto a Eva Luz.

¿Yo? Yo sueño con serpientes y me quedo aquí… en casa. Hoy recuerdo mariposas que se hicieron humo. Los evoco a ustedes y tomo del recuerdo lo que necesito para mantener mi coherencia y dialogar conmigo. No me asusta mirar atrás porque camino en línea recta. Siempre.
Es cuanto…

Morelia, Michoacán, México, 25/26 de octubre de 2007

Post data necesarísima para concluir con un cierto orden: Lo reconozco: No hay propósito definido en estas novenarias… hasta que lo definamos. Pero regreso a Chatán: “Así le dije yo a mi hermanito Rafa. Y nada. No hizo nada. Es más: No sólo no hizo nada, sino que hasta agarró a patadas ese mi santurrón 'baulito del recuerdo'. Ahora las cosas están así y nada será igual nunca jamás. Nuestras vidas, la de todos, están cambiando ya, y sólo por el canijo efecto de una legión fantasma que ha salido a pasear (y algunas otras ánimas de aspecto mucho más terrenal, o mejor, carnal: of coarse). Pero no hay de qué afligirse. En realidad: no hay nada qué hacer… (Y quedamos) Así nomás: Sueltos, libres. Como las hojas sobre la hojarasca… caen.”. Y a Claudia: “Me rehuso a solamente evocar memorias remotas de cada uno de ustedes. Ver, sentir, escuchar, mirar a los ojos, abrazar y besar, cantar, bailar, reírse, sólo ser y estar de cada uno de ustedes, ha sido mejor que todos los recuerdos juntos. He disfrutado, y me queda para rato…”. A mí también querida Claudia, me queda para rato. Y me quedan también las imágenes de la noche de anoche. Esa “nuestra noche” del 13 de octubre de 2007 en el DF, donde se extinguieron algunos temores. La hospitalidad de Maribel insondable. Acordes trovadores que hicieron eco a nuestro vigoroso canto y a un vino tinto exquisito. Y llegamos al final. Acomodados hasta la despedida. Hasta la tercera novenaria.

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